CAYENDO


La lluvia caía queda,
Era quieta el agua.
Tus manos:
Dos sombrillas de color naranja.
En mi cabeza tu sombra era un sol
Vestido con el claro azul de tus pasos.

Se oía también que caía suave la noche aquel jueves.
Más aún existía en tus ojos un cielo tibio
Y en tu vientre caía inimaginablemente
Cada vez más despacio
Y volaba
Y flotaba
Y caía.





A POCAS HUELLAS


Ibas sin derecha o izquierda
sin allá o aquí
sin atrás ni nunca.
Despacio ibas
muy despacio por temor al suelo.
Para entonces los colores que percibías,
de lo que llamabas amor,
eran sólidos y hermosos.
Pero te hartabas y te ibas,
una y otra vez te ibas
hasta dejabas pistas falsas para no regresar pronto a casa.

Hasta que por fín el destino
ató tu olor de huella sola bajo tu cama;
y sus pies descalzos, los abandonó depuradamente en ti.
Su máscara de complexiones finas
también sonó en ti un despertar solamente suyo.
Te bautizó entonces con un profundo nombre de su sueño
y te quedaste allí,
sosegado...

Pasado ya el tiempo te sentías preso.
Ella encerró también en ti su mundo triste,
te sentías solo.

¡Por tu torpe equivocación, tonto¡
Tuviste que rascarle con las uñas
su comezón al abandono, por mucho tiempo.

No fue hasta más tarde
que comenzaste a cavar un despertar
solamente tuyo
mientras ella suave dormía, tras sus voces,
tras sus muros.

Querías por completo
nacer de nuevo al mundo
con los ojos claros de un nuevo día.




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José Eduardo
Sánchez
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2003



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